África si gue estando en el punto de mira de no pocas potencias desarrolladas, con China a la cabeza. Su crecimiento y potencial de desarrollo ha convertido a este continente en uno de los más deseados por innumerables compañías multinacionales. Sin embargo, el poder político en manos de no pocos dictadores ha trastocado los planes de desarrollo de muchos de estos países. Se estima que desde la independencia de varios de estos países ya se han producido alrededor de doscientos golpes de estado. Casi nada.

Como botón de muestra de su crecimiento poblacional, Kinshasa, capital de República Democrática del Congo, cuenta hoy con más de 13,2 millones de habitantes y se calcula que en el año 2100 se convertirá en la segunda ciudad del mundo con cerca de 85 millones de habitantes, solo por detrás de Lagos (Nigeria). Pero, como dicen los expertos, la capital del Congo es un reflejo de lo que está pasando en el continente. La mitad de la población de Kinshasa tiene menos de 22 años, pero la esperanza de vida es de 60 años aproximadamente.

Según algunas estimaciones, en el año 2100, trece de las veinte mayores ciudades del planeta serán africanas. Para que nos hagamos una idea, en 80 años habrá unas 13 ciudades africanas con más población que la que Delhi tiene en la actualidad.

Gran parte del boom urbanístico y demográfico experimentado por buena parte de los países africanos ha sido gracias a las fundaciones y ONGs que trabajan sobre el terreno en la cooperación al desarrollo.

Uno de los más graves problemas del continente es el higiénico-sanitario. Si bien es cierto que desde importantes instituciones internacionales se han hecho campañas contra el paludismo o la malaria, la realidad es que aún hay mucha gente sin recursos que fallece a las puertas de los centros médicos. Para que nos hagamos una idea, una operación de raquitismo (corrección de los pies zambos) cuesta unos 450 euros. Se estima, por ejemplo, que en Congo más del 28% de la población carece de recursos económicos para poder acceder a los servicios sanitarios.

Pese a los esfuerzos realizados desde la cooperación internacional, la realidad es que todavía queda mucho por hacer. Según los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (2020) entre los diez países más pobres del mundo (según PIB per cápita) se encuentran Sudán del Sur, Burundi, Eritrea, Malawi, Níger, República Centroafricana,  Madagascar, RD del Congo y Mozambique. En África subsahariana, el financiamiento del FMIdurante el año pasado fue aproximadamente 13 veces superior al promedio anual de la última década.

Uno de los más graves problemas a los que se enfrentan algunos de los más importantes países africanos es el poder que han ido adquiriendo los grupos para militares de distinto signo y los terroristas islámicos del ISIS o Al Qaeda. Esto ha convertido a estos países en lugares donde la ayuda al desarrollo es misión imposible, hasta el punto de que la gran mayoría de ONGs han decidido retirarse ante la violencia desatada. Mientras no haya unas mínimas condiciones como el fin de las dictaduras, un mínimo de seguridad jurídica y respeto a los derechos fundamentales (sanidad, educación, alimentación, etc) no parece viable ni aconsejable el regreso de las ONGs.

Pero es complejo entender el presente de África sin analizar su pasado. Y esto es lo que hace Frederick Cooper, catedrático de Universidad de Nueva York y autor de “Descolonization and African Society” y “Colonialism in Question”, en su último libro “Historia de África, desde 1940”. En su obra, Cooper profundiza en el proceso de descolonización e independencia de los países africanos, sus problemas y su posición en el escenario internacional.

Cooper da una clave muy interesante para entender el futuro de África y habla de la “trampa del subdesarrollo”. Según este autor, “durante 60 años, desde la independencia de Ghana, los páises africanos han estado intentando escapar  de la trampa del subdesarrollo”, y agrega “la pobreza puede ser un círculo vicioso; el capital necesario para mejorar la productividad debe provenir del ahorro, pero los países pobres ahorran con dificultad”.

Este analista concluye que “la dependencia de las economías africanas con respecto a las exportaciones las hacía particularmente vulnerables y, en este sentido, gran parte de África padeció la incapacidad de su primera generación de gobernantes de cumplir lo que, para la mayoría de ellos, era un objetivo explícito: desarrollar economías nacionales”.

En la actualidad, mientras muchos de estos estados fallidos (violación de los derechos humanos, continuas guerras civiles, caos económico, inestabilidad política, violación de los derechos humanos… son algunos de los rasgos característicos de los denominados ‘Estados fallidos’) sucumben a las políticas clientelistas de sus gobernantes, las ONGs tratan de paliar las deficiencias sanitarias y sociales de un continente en expansión. Estamos, sin duda, ante un gigante con los pies de barro.

Gabriel González-Andrío

Head Of Marketing

Fundación Amigos de Monkole

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