Una jornada con la doctora Tendobi
Cuando terminaron de contar en lo que estaban trabajando, me uní al equipo de ginecología en su día de trabajo. Empezamos con el pase de planta. En las habitaciones del servicio se mezclaban madres recién dadas a luz con sus bebés en brazos y mujeres que habían sido intervenidas de diversas patologías ginecológicas.
Tras ver a las ingresadas, la doctora Tendobi me pregunto si quería lavarme y vestirme con el atuendo quirúrgico para ayudar con el material en la que sería la primera cesárea de mi vida. Sin dudarlo, bajamos al bloque operatorio del sótano, preparado para la aventura.
El primer paso antes de entrar al quirófano consiste en quitarse la ropa que llevamos y ponerse el pijama verde sanitario. Una vez dentro de la zona que da paso a los quirófanos, nos lavamos concienzudamente las manos y brazos en un lavadero, manteniéndolos en alto al terminar para evitar contaminaciones. Seguidamente, nos rociamos las manos con una solución alcoholica y la enfermera nos acercó las batas estériles, siguiendo en todo momento los protocolos de asepsia. Tras ponernos los guantes quirúrgicos y preparar el material, comenzó el espectáculo.
En bastante menos tiempo del que esperaba, la doctora Tendobi había traído al mundo un niño y suturaba la incisión de la madre, y para cuando me pude dar cuenta, estábamos en los aledaños de la sala comentando la intervención.
Tras una breve parada para comer, vi , esta vez sin toda la parafernalia, a la doctora llevar a cabo una miomectomia, con el fin de extirpar unos pequeños tumores en el utero de una paciente.
El día termino con una auténtica visita guiada por el hospital de la mano de uno de los ginecólogos del servicio, quien me fue presentando uno a uno a todos los médicos y trabajadores que nos íbamos encontrando por el camino.