Y por supuesto, nos hemos vuelto a convencer de nuestro lema en este viaje: que con muchos pocos podemos hacer mucho. Cada ayuda cuenta, y entre todos podemos cambiar muchas vidas. Gracias una vez más (no nos cansaremos de decirlo) a todos los que formáis parte de esto y hacéis posible que los proyectos de Amigos de Monkole salgan adelante. Sin vosotros nada de esto sería posible. Aquí en Kinshasa no saben vuestros nombres, pero os llevan grabados en el corazón.

Nuestra experiencia en el Congo está llegando ya a su fin; nos quedan por vivir solo los últimos coletazos de este viaje inigualable que nunca olvidaremos. Este fin de semana, nuestro último en Kinshasa, hemos visitado el poblado de Kinkwemi, a las afueras de la ciudad, una escapada acompañada de ese aire de melancolía que definen las últimas veces de algo bonito.

Nuestra experiencia en el Congo está llegando ya a su fin; nos quedan por vivir solo los últimos coletazos de este viaje inigualable que nunca olvidaremos. Este fin de semana, nuestro último en Kinshasa, hemos visitado el poblado de Kinkwemi, a las afueras de la ciudad, una escapada acompañada de ese aire de melancolía que definen las últimas veces de algo bonito.

El poblado, donde viven apenas 20 familias, es totalmente distinto a lo que hemos visto hasta ahora. El tiempo no existe, como tampoco existen las normas. Cada uno vive como quiere, sin prestar demasiada atención a lo que está bien y lo que está mal. 

Y por supuesto, nos hemos vuelto a convencer de nuestro lema en este viaje: que con muchos pocos podemos hacer mucho. Cada ayuda cuenta, y entre todos podemos cambiar muchas vidas. Gracias una vez más (no nos cansaremos de decirlo) a todos los que formáis parte de esto y hacéis posible que los proyectos de Amigos de Monkole salgan adelante. Sin vosotros nada de esto sería posible. Aquí en Kinshasa no saben vuestros nombres, pero os llevan grabados en el corazón.

La situación allí es compleja: viven con más libertad y tranquilidad que en la ciudad, no cabe duda, pero la miseria es aún mayor, porque la esperanza en un futuro mejor es algo desconocido. Sin embargo, las sonrisas están siempre dibujadas en el rostro de los cientos de niños que no se despegan de nosotros, y que no viven con la cabeza metida en el móvil como en Europa. 

La situación allí es compleja: viven con más libertad y tranquilidad que en la ciudad, no cabe duda, pero la miseria es aún mayor, porque la esperanza en un futuro mejor es algo desconocido. Sin embargo, las sonrisas están siempre dibujadas en el rostro de los cientos de niños que no se despegan de nosotros, y que no viven con la cabeza metida en el móvil como en Europa.

Aparte de jugar hasta la extenuación, chapurrear el lingala como podemos y bailar y cantar alrededor del fuego sin vergüenzas bajo la luz de la luna, también hemos repartido a las familias de la zona alimentos, medicinas y ropa, cosas básicas, pero a las que no tienen fácil acceso, no solo por las estrecheces económicas, sino también por la pésima comunicación con la ciudad. 

Aparte de jugar hasta la extenuación, chapurrear el lingala como podemos y bailar y cantar alrededor del fuego sin vergüenzas bajo la luz de la luna, también hemos repartido a las familias de la zona alimentos, medicinas y ropa, cosas básicas, pero a las que no tienen fácil acceso, no solo por las estrecheces económicas, sino también por la pésima comunicación con la ciudad.

Una vez más, después de haber pasado dos días completos con ellos, hemos redescubierto las dos pobrezas del mundo: la material, que por desgracia ahoga a millones de personas en África; y la espiritual y moral, que está matando poco a poco a Europa. Quizá nosotros les estamos ayudando a salir adelante, pero ellos nos han cambiado la vida, porque nosotros también somos pobres y no lo sabíamos. 

Una vez más, después de haber pasado dos días completos con ellos, hemos redescubierto las dos pobrezas del mundo: la material, que por desgracia ahoga a millones de personas en África; y la espiritual y moral, que está matando poco a poco a Europa. Quizá nosotros les estamos ayudando a salir adelante, pero ellos nos han cambiado la vida, porque nosotros también somos pobres y no lo sabíamos.

Y por supuesto, nos hemos vuelto a convencer de nuestro lema en este viaje: que con muchos pocos podemos hacer mucho. Cada ayuda cuenta, y entre todos podemos cambiar muchas vidas. Gracias una vez más (no nos cansaremos de decirlo) a todos los que formáis parte de esto y hacéis posible que los proyectos de Amigos de Monkole salgan adelante. Sin vosotros nada de esto sería posible. Aquí en Kinshasa no saben vuestros nombres, pero os llevan grabados en el corazón.

Y por supuesto, nos hemos vuelto a convencer de nuestro lema en este viaje: que con muchos pocos podemos hacer mucho. Cada ayuda cuenta, y entre todos podemos cambiar muchas vidas. Gracias una vez más (no nos cansaremos de decirlo) a todos los que formáis parte de esto y hacéis posible que los proyectos de Amigos de Monkole salgan adelante. Sin vosotros nada de esto sería posible. Aquí en Kinshasa no saben vuestros nombres, pero os llevan grabados en el corazón.

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